Cristina, voluntaria RAP , nos hace llegar este relato... imperdible.
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Ana Magnabosco escribió:
Lunes 25 de mayo, 16 hs. Escuela 226 "Juana de Ibarbourou ". Ciudad de Las Piedras.
Gran expectativa en la vereda. Los padres han sido convocados a la entrega de computadoras del Plan Ceibal.
Martina, que cursa 2do. año se ha pasado todo el domingo "firmando".
-Cada niño es responsable, abuela -me dijo- por eso firma.
Desde el aula de 5to. llama llorando Manuela al celular de su madre:
-Me olvidé el número de la cédula! no me acuerdo!
-No llores, que la traje -la tranquiliza Paula, mi hija.
La directora se presenta sonriendo en la puerta. Proyecta la voz:
-Buenas tardes, les pedimos tranquilidad y paciencia. Algunas computadoras no llegaron, pero se soluciona en esta semana. Los iremos llamando por clase, porque tienen que firmar la entrega. ¡Bienvenidos, es un día de fiesta!
En visitas anteriores, esta escuela me había resultado gris. Pero hoy está rosada como si la hubieran pintado a nuevo. Se respira también un aire rosado, denso, caliente, del color de los cachetes de Martina que está haciendo pucheros y al vernos suelta unos lagrimones gordos como perlas.
-Es que leyeron una lista y yo no estoy... la mía no la trajeron.
La abrazo. Vamos a esperar -le digo casi llorando también yo- debe ser un error, se saltearon tu nombre, nada más que eso. Cruzo los dedos.
De a cinco por caja, cada computadora trae un código de barra con el nombre y documento del niño. Hay que chequear una por una, el trámite es lento.
El sol entra por la ventana y el aire se vuelve amarillo. Los niños, la maestra, tienen pintitas de oro en los cabellos. Esto es alegría más electricidad -me digo- mientras nos sacude una vibración de marea que sube, que se puede tocar, que recorre toda la escuela.
Una mujer pasa rauda por el corredor, lleva a su hijo con un tajo enorme en la frente. El pasillo se tiñe de rojo. Con la excitación del momento se ha dado de lleno contra una puerta.
Se acerca una niña con trenzas.
-Martina, ya me fijé y la tuya no está.
Siento latir el corazón de mi nieta a través de la ropa, la túnica, la campera. ¿Será que siempre la niña comedida tiene trenzas? Los minutos se hacen interminables, grises, negros.
-¡Martina Rodríguez!- lee de pronto la auxiliar. ¡Claro, no estaba porque estaba en manos de la maestra! Martina alza los brazos al cielo.
-Síiiiiiiii- y sale corriendo hacia el escritorio a recibir su cajita, la que saca fotos y con la que chatearemos mucho. Nos prometemos.
Vamos a la clase de Manuela. Ya comprobó que su máquina está, pero corre hacia su madre para estar segura de que trajo la cédula.
-En este momento me acabo de acordar el número -lo dice de un tirón, suspirando, mientras salta puro nervio. Los nervios son azules. ¿O será la vibración de las moñas que se agitan como si hubiera viento?
Entran corriendo la directora y la mamá del niño que se ha abierto la frente. La directora sin dejar de sonreír, detiene la entrega:
- ¡Por favor, la computadora de Agustín!
Ambas se ven muy blancas. En puerta de emergencia y sentado en la camilla, Agustín se niega a que el doctor le ponga los puntos de sutura.
-Sólo si me traen mi computadora- ha dicho.
- ¡Que venga la computadora ya! -parece que ha ordenado el médico.
Pasa rápida por sobre las cabezas la cajita del herido. Alcanzo a ver una x verde. Ahora el aula es verde.
-Abuela ¿te sentís mal?
- No, estoy emocionada. ¿Qué significa la x?
-¿No viste que arriba tiene un circulito? Todas lo tienen de diferentes colores, mirá, es el símbolo del niño. Todos los niños tendremos una, porque vivimos en un país con democracia
Manuela sigue argumentando. Desde sus diez años, me parece que le quedan grandes las palabras igualdad, futuro, compromiso, pero el aire se pone tan celeste, tan celeste que da gusto.
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